Iván Ruiz Barranco

A ras de suelo

Reptilia, del latín reptilis “que se arrastra”.  Su origen se remonta al carbonífero superior, cuando a partir de los tetrápodos reptilomorfos surgieron los amniotas, que fueron capaces de poner huevos en tierra firme. 

Su piel tiene una epidermis córnea protegida generalmente por escamas. Los lepidosaurios (lagartos y serpientes), poseen escamas epidérmicas superpuestas, como una cota de malla. Los cocodrílidos en cambio, tienen escamas más profundas de origen dérmico, llamadas escudos. En los quelonios (tortugas), los escudos se fusionan, formando un caparazón. Para crecer, los reptiles deben mudar la piel.

Son poiquilotermos o de sangre fría, necesitan termorregularse con calor externo. Esto los dota de un metabolismo basal muy bajo, permaneciendo fríos en reposo y consumiendo mucha menos energía que mamíferos o aves de tamaño similar. Pueden sobrevivir durante meses sin alimentarse y gracias a su resistencia, a veces son los únicos en habitar entornos demasiado hostiles para otros vertebrados.
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